martes, 31 de marzo de 2009

EL AMOR, ETERNAMENTE ÉL por Mª Ángeles Cantalapiedra


Mi querido Amor:

Ahora, que el tiempo ya no vuelve y que pierdes las vergüenzas, me gusta pasear por el mundo con el alma a la intemperie y hacer lo que antes, por pudor, me heló la sangre.

Sí, me gusta escribir sobre ti, desnudarte lentamente parándome en cada uno de tus recovecos. Manosear tus dobleces, las contradicciones a las que se te ve sometido. Saborear la dulzura de tus momentos acompasados.
Cierro los ojos y escucho tus susurros que van calando muy dentro en la burbuja de mi corazón. Te sonrío, disfruto de tu arritmia… Y, más tarde, me alejo de ti, me voy por donde llegué sin frío ni calor, no sintiendo tus mordiscos amargos, sabiendo que soy libre de tu estigmática figura de eterno enigma.

Tú, el amor, eternamente tú, díscolo y achispado, soberbio y malhumorado, tierno y acaramelado…, nunca me dejas indiferente.
Por eso hoy me he decidido a escribirte sin la afasia que siempre me caracterizó cuando te mostrabas ante mí y yo me ocultaba en tu bosque, avergonzada de ser tuya, un árbol más de tu paisaje eterno.

No me olvides como el otoño y su hoja caduca, a pesar de todo recuerda que soy perenne en tu jardín de sueños inalcanzables.

Siempre tuya

Debilidad
***

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