viernes, 27 de marzo de 2009

CARTA A MIS CATICRÓNICAS por Cati Cobas

Queridas Caticrónicas.

Hasta hoy nunca pensé que sería necesaria una epístola entre nosotras, pero en el Foro Iceberg Nocturno el tema del mes son las epístolas y quién mejor que ustedes para recibir una de mi parte.

Quiero comenzar ésta diciéndoles gracias. Muchas gracias porque han sido desde que fueron creadas una razón para seguir viviendo, ¿saben?

Cuando la crisis argentina estaba en su apogeo y no sabíamos qué pasaría al día siguiente (en el mundo hablan de crisis actualmente, pero si quieren expertos en el tema, pueden convocar a cualquier compatriota mío que es experto en ello), ustedes me mantuvieron con la moral en alto, procurando encontrar humor en la miseria material y humana que me rodeaba. Gracias a ustedes pude cambiar el cristal y contemplar mi entorno con la cuota de optimismo necesaria hasta que pasó la tormenta y pude comenzar a hablar de otras cosas, por ejemplo, de mi ciudad, de mi gente o de la historia de esta Argentina a la que tanto quiero.

Después, ustedes comenzaron solitas a teñirse de añoranzas baleares, fueron tocadas por la varita mágica de mi abuela Isabel, la mallorquina que viniera a esta orilla del Plata con su atado de ropa blanca y su pañuelo de claveles y comenzaron a desgranarse en copeos y boleros hasta que solitas tendieron el puente y me permitieron reconstruir a mi familia perdida allende el Atlántico. ¿Qué más puedo pedirles, queridas amigas? Ya son tan numerosas…Si están por contarse doscientas cincuenta de ustedes…y muchas han pasado al papel y a la radio a ambos lados del océano. ¡Cuántas cosas lindas a partir de un blog virtual! ¿No les parece?

Sin embargo, debo confesarles una cosa. Este último tiempo las noto un poco desganadas, como si les costara nacer un poquito más que antes. Creo saber a qué se debe. La lente de mi vida se ha empañado. Demasiada lucha. Demasiado ocuparme de los demás y sentir que trabajo para la muerte o, por lo menos, que todo mi esfuerzo no logra resultados.

Cati: estás volviéndote impaciente, me dirán. Tal vez sea hora de tomar decisiones con respecto a tu madre que te permitan vivir un poco más libre en estos años de madurez que estás comenzando. Y en cuanto a los hijos, todos deben crecer a su tiempo y es imposible que lo hagan a partir de nuestro deseo, deberías saberlo, Catalina…Puede ser. Prometo pensarlo, mis queridas Caticrónicas. Aunque duela, a veces hay que elegirse para que todo siga su camino.

Antes de terminar, prometiéndoles que continuaré exprimiendo mi meollo para que vuelva a encenderse la magia de la palabra en cada una de ustedes, quiero decirles para que se sientan orgullosas, que, además de todo lo que ya les he dicho, les debo algo infinitamente superior: les debo amigos entrañables, como Miriam, su madrina, como Ángeles y su chispa, Socorro y su misterioso señorío o Rosa y su ternura, como Carmen, Manolo, Luis Alfredo o como aquella Lola, la asturiana que me manda cada tanto un abrazo de mar inolvidable. O Pilar, caminando a Santiago, o Álix o Claudio y la misma Marila que en Sevilla, calladita, me manda de vez en vez alguna foto de su Feria. Y tantos más que conforman una lista de cariño y de respeto más allá del vidrio y del ratón con el que nos comunicamos.

Eso es todo, Caticrónicas. Disculpen si a esta carta le falta coherencia, pero sepan que dice todo lo que por ustedes siento.

Quiera Dios devolverme, en ustedes, la serenidad que por momentos se me espanta y la dicha de seguir creándolas con la misma ilusión con que lo hiciera siempre.

Las quiere

Cati Cobas, su autora
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