miércoles, 25 de marzo de 2009

CARTA CASI SIN VOZ por Rosa M. Arroyo


No existo, para ti no existo hasta que tu presencia me devuelve a la vida... Mientras, navego por el purgatorio del olvido al que me condenas, a la vez que mi mente se aferra a tu sombra para no perderse en el camino de regreso... por si tardas en existirme.

Y lucho, día a día, por no ser transparencia y sí esas mínimas volutas de polvo que el brillo del sol hace visibles, danzando al son que tú has dejado marcado en la despedida... sin ser nada más hasta la próxima vez.

El recuerdo es sólo mío, constante, amado; protegido en el rincón de mi propia memoria cuando soy nada para ti, y con él alimento el tiempo que va de existencia a existencia, de presente a presente, porque en esos instantes desaparece el pasado y el futuro; rompiéndome los esquemas si alguna vez, con despiste, me roza de refilón un minuto tuyo.

No, no existo en ese intervalo de silencio que tú impones, y me obligas a la esclavitud de mantener el rescoldo vivo, regalándome las cenizas que quedan del tiempo en el que me haces existir, en las que sólo encuentro la esencia de lo general y no de lo particular, pues en ella quedan los detalles y el tacto, y... créeme... es difícil distinguirlos entre el gris de sus partículas..., por eso protejo el recuerdo..., porque no me queda nada más que él cuando dejo de ser para ti.

Pero hoy escribo esta carta, casi sin voz, en el limbo de la espera,... por si estuvieras por ahí... Necesito abandonar esta inexistencia que me hiere... y ser yo de nuevo.
***

No hay comentarios:

Publicar un comentario