jueves, 16 de abril de 2009

CARTA ABIERTA A SUSANA TAMARO por Manuel Cubero

Susanita, hija:

Tú te habrás quedado tan a gusto cuando terminaste el dichoso librito ese de "Escucha mi voz". Te comprendo y te escucho, que por cuestiones profesionales uno ha hecho de confesor tropecientas veces y no te va a dejar a ti en la estacada encima de que me lo pides por escrito. Pero venir a estas alturas a contarnos tus problemitas con la que está cayendo, es para darte un par de azotes y dejarte sin merienda una semana.

Toda una vida a base de un sueldo que daba para pagar la hipoteca, llevar a la familia de camping, y pare usted de contar, y ahora, que estamos casi libres de obligaciones, salvo que la crisis ésta deje en la puñetera calle a nuestros hijos y tengamos que abrirles casa y cartera, vienes tú a soltarnos que si tu madre murió cuando apenas eras una niña, que si tu padre tenía más cara que un saco de perras, que si tu abuela se volvió tarumba poco antes de morir… Mira niña, cado uno en su casa y Dios en la de todos, que bastantes problemas tenemos nosotros como para tener que aguantar tus neuras.

Lo de tu madre, lo comprendemos, hija, que es muy duro eso de quedarse huérfana con cuatro años. Lo de tu abuela, qué quieres que te diga, una pena. ¿Me lo vas a contar a mí que estoy más para allá que para acá? Y lo de tu padre… Eso te lo buscaste tú solita por tu mala cabeza. ¿Qué se te había perdido en casa de este tipo? Mucha progresía intelectualoide, mucho talante de filósofo barato, pero a la hora de echar una mano… Al cuello tenías que habérsela echado, hija, que te lo digo yo.

Nada más, muchacha, y para el próximo libro alegra esa cara, que eres muy jovencita para quejarte tanto.
Manolo
***

martes, 31 de marzo de 2009

EL AMOR, ETERNAMENTE ÉL por Mª Ángeles Cantalapiedra


Mi querido Amor:

Ahora, que el tiempo ya no vuelve y que pierdes las vergüenzas, me gusta pasear por el mundo con el alma a la intemperie y hacer lo que antes, por pudor, me heló la sangre.

Sí, me gusta escribir sobre ti, desnudarte lentamente parándome en cada uno de tus recovecos. Manosear tus dobleces, las contradicciones a las que se te ve sometido. Saborear la dulzura de tus momentos acompasados.
Cierro los ojos y escucho tus susurros que van calando muy dentro en la burbuja de mi corazón. Te sonrío, disfruto de tu arritmia… Y, más tarde, me alejo de ti, me voy por donde llegué sin frío ni calor, no sintiendo tus mordiscos amargos, sabiendo que soy libre de tu estigmática figura de eterno enigma.

Tú, el amor, eternamente tú, díscolo y achispado, soberbio y malhumorado, tierno y acaramelado…, nunca me dejas indiferente.
Por eso hoy me he decidido a escribirte sin la afasia que siempre me caracterizó cuando te mostrabas ante mí y yo me ocultaba en tu bosque, avergonzada de ser tuya, un árbol más de tu paisaje eterno.

No me olvides como el otoño y su hoja caduca, a pesar de todo recuerda que soy perenne en tu jardín de sueños inalcanzables.

Siempre tuya

Debilidad
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domingo, 29 de marzo de 2009

PRISIONES por Alix Rosales



Hoy me he levantado con un mal humor. No tengo deseos de nada, ni de lavarme, vestirme, nada, como de costumbre. Andrés se ha ido, mejor, no me apetece verlo de ronda por la casa. No aguanto sus lamentos cotidianos, sus frustraciones y sus discursos. Estoy en la cama pensando, si, también yo pienso, pero no sé si existo. Depende. Pienso en qué no quiero hacer nada...Oh! si que quiero hacer algo, llevo una semana pensando en que tengo que responder a una carta. ¡Una semana! que me propongo escribir una bendita carta. Una miserable carta, con un montón de palabras que se niegan a salir de mi cabeza, porque la voluntad es algo que desconozco. ¿Voluntad? Tendré que buscar el significado ¿Y quien quiere investigar? Yo no.

Andrés se fue, lo imagino en sus movimientos tan previsibles. Primero pasa por el quiosco de periodicos para comprarse uno de esos que anuncian con letras enormes las oportunidades. Después, sentado en el café de la esquina hará los circulos en los anuncios. Y comenzará a hacer sus llamadas con el móvil. Qué triste espectáculo. Si no anda con el pie izquierdo le darán citas para el mismo día e irá al encuentro con lo codiciada oportunidad. Mis suegros con sus jubilaciones pagan el consumo teléfonico, el café, la ropa para la “buena presencia” y la gasolina del coche.., ¡y los periódicos!

Cuando no sale de casa, los dos gallos no pueden estar en el mismo gallinero: discutimos, nos herimos, nos pedimos disculpas cuando nos da la gana. Nos quedamos cubiertos de mutismo. A veces él amenaza con dejarme, pero yo sé que es muy cómodo, no se irá, la casa es mía, el coche es mío, el perro también. Para poder convivir en santa paz cada uno busca estar lo más alejado posible uno del otro, entonces él se pone a navagar en internet todo el día, la excusa es la misma: el trabajo, el paro, la crisis que no acaba. Yo sé que también juega videos, y me hago la vista gorda, sé que con mi absoluta presencia lo molesto, pero qué hacer ni yo misma me soporto. Desde el principo de la relación sabía que a parte de mí, él tenía otras intenciones, económicas, es obvio. Mi padre fue Juez y con su trabajo la familia estuvo muy holgada. No quiero ser tan mal pensada, algo de mí le habría gustado: el color de mis cabellos, mi sonrisa. Es un periodo donde ambos atributos no me pertenecen, tengo algunas canas y mi sonrisa es una mueca.

Entonces, qué hago hoy. Primero voy por combustible humano y después veamos si las neuronas —creo que todavía las tengo, no las he perdido como mi bella figura- se ponen a disposición y configuramos mi jornada. Mi jornada, como si fuera así de interesante y amena, llena de compromisos, ¡llena de deudas, eso si! La casa parece como la de los Monsters, con las telarañas incluidas. El perro tiene el patio que es un asco. Yo misma estoy hecha un asco, me niego a mirarme al espejo. Nada tiene sentido. No existo. Pero tengo que escribir esta bendita carta. Ahora bien, quién quiere escribirla si es más fácil escribir un correo electrónico; además mi caligrafía es vergonzoza, y hace mucho tiempo que no escribo nada con mi puño y letra, así que es mejor con el ordenador, pues al paso que voy creo que haré demasiados tachones. Bien, otro café para rebobinar, la carga de cafeína es indispensable para la salud y un poco de agua fresca en la cara.

Querida Xiomara:
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos? Lo sé, como doce años...son muchos. Apenas recibí tu carta me inundé de gratos recuerdos, de tiempos estupendos en la universidad. Qué bien, qué alegría saber de ti. ¡Cómo es posible...has recordado la dirección de mi casa paterna! Memoria de elefante como siempre.

¿Y para qué me escribes después de todo este tiempo?, ¿para bofetearme con tu vida magnifica?

¡Qué guai!... vives en Tenerife, es un paraiso de Europa. Imagino el encanto del lugar, sencillamente mágico. Y a ti y tu familia la vida os ha tratado con benevolencia. Tu trabajo allí es un sueño, qué suerte, fue acertadisimo que estudiaras Idiomas y trabajes con turismo, es un paseo tu trabajo, es como vivir de vacaciones todo el tiempo. Tus niñas son bellas y ¡tremendo galán de telenovelas con el que te casaste!, pero lo que más me llena de contento es que sea un excelente padre y marido, según me cuentas en tu testamento-carta interminable. Me has hablado tanto de él, que creo que ya lo conozco en intimidad. Y qué mejor que un marido que tiene varias agencias de viajes, como anillo al dedo, querida. Gracias por las fotografias. Una pregunta ¿esa es tú casa? Estupenda, ¿qué decirte? ¡Maravillosas todas las fotografías!

Es obvio, quieres apuñalarme con la envidia, yo sigo aqui, en la misma ciudad, con la misma gente...y con mi mala suerte. De hijos ni hablar, fueron un viejo proyecto al que le fue colgado un cartel: clausurado. Yo no tengo trabajo, tengo una etiqueta en la frente que dice: “fracasada, no debiste estudiar jurisprudencia, no hay ley que te salve”. Que mi padre tenía razón en querer que estudiase “educación preescolar”; porque su visión de mí era la de maestrica a sueldo precario, pero fijo. Y qué te cuento, ahora se niega a ayudarme, a ubicarme con cualquier conocido para una plaza, prefiere tener que mantenerme a la idea de ayudarme como se debe. Qué quieres que te diga, por dónde empiezo a hablarte de mi. Vivo fosilizada en mí misma, me interrelaciono con Bernard, mi perro, y con la tele y cualquier libro si me vienen las ganas, claro. Sabes que he adquirido a Andrés, sólo a él, en todos estos años. Y mira que no siento envidia por tu isla para tu información Tenerife queda al lado de Africa, otra cosa es Europa.

Pues amiga, de mi te cuento que estamos bien, la salud es lo primero. Vivimos en la casa que nos ha regalado mi papá cuando nos casamos, en San Javier del Valle, en el sobre tienes la dirección. Si deseas enviarme algún mensaje mi dirección electronica es: girasolesamarillos@mail.com, sabes que me dará gusto el que me escribas. Es muy bonita la casa y la zona dónde se encuentra, lástima, no tengo fotos, prometo que te las mandaré apenas pueda... Te mando una foto de Andy (Andrés) y mía...así lo conoces.

Claro, una foto de nuestros días felices, cuando no me consolaba comiendo y tenía mi talla perfecta, no quiero que me veas convertida en un cuadro digno de Botero, de 98 kilos al minuto.

Andrés tiene muchos proyectos, podríamos planear visitarte. Me muero de ganas por abrazarte. Pero me daría lastima dejar a Bernard solo, y mi padre no se haría cargo de él por tanto tiempo. Si lo ves te enamoras es un Shetland pastor. Andrés me mima mucho, no quiere que trabaje, dice que me estreso y él quiere encontrarme en casa a la vuelta del trabajo. De hecho no me molesta estar en casa, tengo un patiecito con flores, encantador, cuido de Bernard, tengo otras dos mascotas, un canario y una tortuga. En suma, me la paso bien. En ratos libres visito a mi padre, no sé si lo sabes, se quedó solo, nos hemos quedado solos. Los domingos los pasamos juntos en su casa o en la mía, siempre en familia.

¿Cuáles proyectos? Uno es seguro: el de amargarme la vida. Y no me creas tan animalista, tengo a Bernard porque no quiero hundirme en la soledad total. Si..., ya voy a buscar más lidia con otros animales, ni más faltaba... Y mi padre, no viene nunca a mi casa, y las pocas veces que ha venido es para criticarme, encender incendios forestales. Yo soy la que va a su casa, a comer y a pedir dinero. Confirmo que se siente desilucionado de mí, mi carrera, de mi vida, que no fui capáz de realizarme. Su rabia me hace perder la razón y precipito en un mar de desesperación. Cuando llego a casa Andrés contra-ataca sobre todo si se da cuenta que el dinero que me ha dado es poco, lo necesario para pagar gastos. Y mucho más si recuerda que he perdido un bebé por negligencia hospitalaria porque no fui atendida en una clinica privada. Sólo Dios sabe si fue una ayuda o una desgracias haberlo perdido. ¡Dios, ¿es justo que mi papá se comporte así conmigo?...

Qué pena que tú te encuentres lejos y tus padres no pueden compartir un domingo contigo y tu familia, todos juntos. Tu siempre tan independiente, ¿no los hechas de menos? Muero de miedo cada vez que se me cruza por la mente la idea de poder perder a mi padre o alejarme de él por un tiempo indeterminado. Soy una hiedra que me tengo que trepar de él.

Si, un muérdago, una parásita que logra extraer de él su sustento. El último empleo que tuve fue hace dos años, trabajé para una Agencia de Financiamiento, filial de un banco; recuperar créditos era mi labor, con mi forma de ser no soy, para nada, apta. Presentarme en las casas de esa pobre gente o amenazarlas por teléfono, personas como yo que no logran pagar sus deudas ni llegar a fin de mes para pagar sus gastos.

Y qué te digo de mi marido, somos siameses. Somos muy felices, gracias a Dios. Después de todo, cada uno es como es y cómo le ha tocado vivir. Amiga, te quiero mucho, os mando bendiciones a todos y hasta la próxima. Besos,
Simona

Si, muy felices... ¡felicisimos! Con grado superlativo. Mi cuadro familiar está para un pedestal. Mi psiquis ha entrado en un estado patológico y tengo varios psiquiatras en fila para psicoanalizarme, más no, esa “ayuda” se paga, no puedo darme el lujo. Sufro de bulimia, lo sé, hay otros en el mundo que sufren de anorexia ¡y les pagan por ser anorexicos! Toda mi gordura me ha costado mucho dinero y sufrimiento. Me siento impotente, una niña envuelta en carnes, una prisión de carnes pobladas de grasa. La prisión intima de un marido que no me desea, no me ama, y al que sueño todavía de mi mano, acariciándome y besándome el rostro, como en los viejos tiempos... Vivo entre la prisión de mi soledad, el desencanto, el fracaso, el desamor, la humillación. La dificultad económica es un microscopico problema. Tengo que reconocer que cuento con un bien inmueble, que muchos en el mundo están sin piso ni techo. No tengo mucha fe en que las cosas mejorarán y vendrán tiempos mejores...como se suele decir. No me ha llegado la noticia de que Dios haya muerto, y que me ayudará no sé cuando...espero por eso. La sociedad me condena, espero que Dios no. Por el momento sigo aprentando los dientes para soportar y esperar el fin de esta etapa tan siniestra. C’est la vie!
***

CASA DE LAVA por Alix Rosales


A mi marido, mi roca de lava...


Aquella noche Antonio insistió en que fueramos a visitar el apartamento, la casa que había alquilado para nosotros.

—No te preocupes, no vamos a dormir en el suelo. De los inquilinos anteriores hay una cama y otras cosas más. La dueña me aseguró que podemos disponer de todo, inclusive, decidir si deshacernos del mobiliario y de los objetos, si no los necesitamos ¡Anímate!, ¡vamos...que ordenamos la cena!

Cuando llegamos al edificio, era como me lo esperaba: viejo, descuidado y con un toque de misterio. Me provocó desasosiego en el estómago, o no sé en qué parte del cuerpo, aunque creí que era por mi fatiga diaria. En realidad, en el casco histórico de Catania se encierra un atmósfera extraña, pienso que se pasean los espíritus de sus antepasados, sepultados una y otra vez por la lava del Etna y los diferentes terremotos que dibujaron huellas devastadoras de su ira mortal. Subiendo por las escaleras hacia el tercer piso, me convencí a mi misma de que habitaría en un edificio secular, barroco, y que la mensualidad a pagar era bastante discreta, además de que si estábamos comenzando una vida juntos, tarde o temprano nos mudaríamos para otra morada.

Al llegar de frente a la puerta, suspiré , me sentía exhausta por el esfuerzo de subir las escaleras, de mi miedo interior, como por mi construida fe en relación con la residencia. Antonio abrió la antigua y robusta puerta y las visagras nos dieron la bienvenida.
Vimos que teníamos que arreglar algunas manchas de humedad en la cocina y en el baño. En el salón, un mano de pintura era apremiante, alli había un sofá, con la tapicería sucia y descolorida, tipo de los años setenta, y una mesilla. En la alcoba, una horrenda cama de jergón, que al apoyarnos se hundió como un barco en alta mar. También había un armario enorme, que cubría de pared a pared, y en el que podría meterme y no salir jamás. Todo merecía una restauración, refrescar las secuelas del tiempo. Seguimos el recorrido, miramos por los balcones, frágiles de vejez y quizás de añoranzas. Asumiendo que debía pasar la noche allí, sin preparación previa del piso, me dispuse a sacudir el colchón con un “battipanni”* que encontré, para colocarle las sábanas limpias que había llevado conmigo, mientras Antonio había ido a buscar algo para cenar.

No sé cuanto tiempo pasé en ajustar, sacudir y vestir la cama, cuando me atrajo la atención los cajones del armario. Imaginé que guardaban secretos, por eso me arrodillé para abrirlos, en reverencia y respeto por las memorias ajenas, pero el último no se abrió, estaba atascado o sellado. Saqué de sus carriles los dos cajones superiores, con mucha dificultad, eran pesadísimos, de madera maciza, pero valió la pena, porque logré abrír el último, el renuente. Contenía una caja floreada y descolorida de las caricias del tiempo, atascada entre el cajón superior y el inferior. Curiosa abrí también la caja, me temblaban las manos, y en mi estómago saltaban mariposas miedosas: estaba husmeando en una caja que pertenecía a alguien que yo ni conocía. Vi una fotografía de una mujer como de veinticinco a treinta años, con un sombrerito gracioso y un vestidito muy coqueto. En blanco y negro. Por detrás de la foto, decía: “Villa Bellini, primavera de 1956”; de hecho reconocí el parque jardín del centro de la ciudad. Seguí escudriñando y encontré varios papeles, sentía una atracción hacia ellos, me incitaban a descubrirlos.
Desplegué cuidadosamente una de las cartas.

Mara:
Te escribo por última vez, porque estoy seguro que no me contestarás. Ésta es mi despedida, de esta ciudad, de nosotros, de ti. Me quedo con tu silencio y con el recuerdo cálido de tus besos.. Soy un árbol seco que se nutre de olas de dolor, de soledad, sin ti, sin nosotros... No creo en tu “desamor”, así, al improviso, pero me matas con tu indecisión. No crees en mí, ni en lo que pudiera ser y ni en lo que todavía hoy podemos construir.Te devuelvo tu fotografía, con la mía puedes hacer lo que quieras...
Siempre yo, Salvatore


Esta carta me conmovió con tanto romanticismo, pero me llenó de interrogantes: ¿quién era esa mujer?, ¿por qué no quiso seguir con aquella relación, si el hombre la amaba?, ¿estaba ya casada con otro?
Enseguida tomé el siguiente papel, que parecía una hoja arrancada con fuerza de alguna parte.
Antonio, por su parte, no llegaba con las pizzas y yo estaba envuelta en una historia de gente desconocida. Me parecía una antigua novela rosa. Sentía calor en todo mi cuerpo, mientras mi corazón vibraba al compás de una reservada angustia. Lo disimulé y di curso para leer:


Querida Mara:
He sabido por mamá que cada vez estás más lejana del mundo, encerrada en tí, en algo que no sabemos, pero que percibimos. Que sufres, que cuando hablas dices y maldices de todo y de nada. Mamá está preocupada, no creas que ella lo hace para fastidiarte, irrumpiendo en tu intimidad, tratando de interpretar tu actitud. Me preocupas también a mí. Sabes lo de mi embarazo, no estoy bien, me pusieron en reposo absoluto. Mi marido, cuando viene a la ciudad, no le queda tiempo para llevarme hasta Catania, sabes que trabaja duro, y también él, debe descansar un poco, ¿no?, para poder pasar largos ratos con los niños. Pensando en tí, he escrito algo, que espero te sirva para tomar fuerzas y salir de la laxitud en la que te encuentras.


Lápices de Colores

Hoy ha llovido casi todo el día, hay neblina, y el sol está escondido detrás de las nubes grises; es posible que esta noche no hayan estrellas y todo será oscuridad, pero no debemos pensar que ha sido un mal día: la luna siempre se vestirá de plata en medio del negro cielo. Cierra los ojos y la verás, sino usa la imaginación.
Cada día se tiene que vivir con alegría, respirar la vida, gozar de la paz del corazón: ¡pecado, es una verdadera lástima que la paz no esté en todos los corazones del mundo! El problema más grande que existe somos nosotros, humanos, que estamos insatisfechos de todo y hasta de nosotros mismos. Cantemos nuestras oraciones de gracia, en nuestras manos nos han dejado un regalo: la vida...
Soy feliz de ser y de todo lo que tengo, estoy convencida de que todo lo que nos rodea es un don. En este día y todos los días demos gracias por: las manos que hemos estrechado, por las miradas que se han cruzado con la nuestra, por las sonrisas que han alumbrado cada rostro desconocido, por las palabras que resuenan en el pensamiento ¿Qué hemos hecho para merecernos todo esto? ¿Por qué es bello el mundo? Sencillamente: por las pequeñas cosas de cada día. Allí están las sorpresas, los milagros de dicha que pocas veces vemos, porque nos dejamos atrapar por el ruído de lo negativo; es más grande el espacio para el cansancio y la depresión que no nos permitimos gozar de lo que somos y de lo que tenemos. Es verdad, hay momentos en que te preguntas: ¿qué es la vida?, ¿la pesadilla de no tener un trabajo fijo, de no tener dinero, llevar una cruz en la espalda, o si una célula del cuerpo que se vuelve loca y comienza a molestar y sientes enferma. Un mañana inseguro, una traición y la ofensa de un amigo, quizás las muchas amarguras..? No, vivir no es eso. Yo prefiero pensar que todavía se puede luchar, tner la certeza de que no se rinde; que sabe dar y comprometerse, partiendo de nada; que la vida esta en los ojos de un niño, en los brazos de mi esposo, en la cara de un amigo, en los garabatos empastichados de colores de mis sobrinos, con sus lápices de colores. La vida es como esos lápices de colores, los que debemos usar sin subestimar nuestro talento, porque quien los ha puesto en nuestras manos espera que los sepamos utilizar, aún cuando nos sintamos débiles, pequeños, tristes y demasiado cansados. En una palabra: “que tus lápices de colores no dejen de pintar tu vida, recuerda que dónde hay fe, hay la esperanza de un mundo más bello dentro y fuera de ti.”
****

Te espero, ¡ven, a hacerme compañía!, mis hijos te quieren mucho y nuestros sobrinos estarán muy contentos de verte. Mi marido, no se enfadará, ni se incomodará para nada, no te preocupes. ¡Ven, al menos hasta que nazca el bebé, faltan como dos meses. Él sabe que deseo tenerte cerca, recibirte en mi casa en cualquier momento.Es un placer.
Con amor, tu hermana, Anna


Después de este bello mensaje de esperanza, de ilusiones, me vinieron escalofríos. Mara, era una mujer depresiva, ¿y por qué deprimida?, si tenía un enamorado que la cortejaba con cartas de amor. Por lo visto, también una hermana que la amaba y al parecer hasta una madre dedicada o metida. Era un relación atormentada, llena de otros imposibles. ¡Nada, tenía que ser una mujer casada! y en esos tiempos de posguerra, Sicilia no era emancipada como al norte de Italia, aqui todavía podían matarla por punir el adulterio. Un torbellino de pensamientos vació mis deseos de continuar en aquellas antiguas paredes. Pero tenía que conocer detalle de esa mujer del pasado, aunque no esa noche, ya tenía bastate con lo leído.
Antonio tardaba demasiado, ¿por qué? Pensé que se había encontrado con un amigo por la calle y se entretuvo hablando, contando lo de la nueva dirección. ¿O decidió por comida china? Siendo así, indagué en la historia de pasiones, como lo único que podía hacer.
Tomé otro papel amarillento y crujiente de años y de dolor.

Mara:
Amadísima. No dejo de pensar en tí, ven este domingo a La Collegiata a las 10:30 a.m. Te espero con ansias. En tanto, suéñame... abrázame con tu vientre para siempre.
Salvo

Entendí que esta cartica era anterior a las otras dos y aunque ninguna tenía la fecha, se deducía fácilmente. Estaba conquistada por el lirísmo con que escribía este hombre, se notaba que no era del nuevo milenio.
Fui a la siguiente:

Mara:
Duermen mis esperanzas en pétalos de rosas...como el aroma de tu piel. Ven, te esperaré el sábado, a las 10 de la mañana, en la esquina de Barbisio .Con desesperación: Salvo, ¿tu Salvatore o eres tu mi salvadora?
Te amo, Salvo



Por ratos, entre descubrimientos y cavilaciones, mi pensamiento aterrizaba como de una nave del tiempo, del pasado al momento actual, me ubicaba en la soledad de las paredes de lava, muros de dolores y llantos ajenos, de energías muertas sin piedad. La gente que había vivido aqui, lo hizo sepultando secretos en un cajón, con la intención de que fueran ventilados; cada inquilino que se acercara a la verdad, atenuaba el tormento de las almas. Como una vieja pelicula de maldiciones.
Yo no quería ya construir mi nido en esa casa.

Esperar al regreso de mi marido se convertía en un eterno sacrificio. Imaginaba ¿qué sería vivir alli? Podía hacer dos cosas: continuar esperando y leyendo, como llenarme de conjeturas. Y si, por casualidad, ¿era una broma?... De alguien con espiritu de escritor. Catania ha sido cuna de eminentes escritores. A unas pocas cuadras de aqui, viviò Verga, más allá, Rapisardi y quizá cuántos otros espiritus con plumas preñadas de historias y dramas.
La cabeza me hervía a pronta ebullición, de tanto pensar y esperar. Imaginar, pensar, decidir. Arranqué con furia las sábanas que acababa de poner en la cama. En aquel mismo instante, Antonio hacía su entraba —lo anunciaba el ruído de la puerta- y corrí a su encuentro:
— ¡Vamonos de este lugar, ya!, ¡por favor!
— ¿Y la cena?...
—¡Vamos, esta casa me asusta de muerte!, te lo ruego... vámonos...
—Estás nerviosa, cálmate... No tengas miedo, no pasa nada, ¿crees que hay fantasmas?

No sé si eran los espectros del pasado abigarrado y barroco como la ciudad misma. No sé si fue la historia apenas descubierta. Fantasmas de lava volcánica incisos en papel. Desde esa noche decidimos no entrar jamás en alli.

La dueña del inmueble, vivía en el primer piso y se disgustó mucho por nuestra decisión. Se negó tres veces, en tres días distintos y no quería recibirnos para la entrega de las llaves y la anulación del contrato. Y ni hablar de la devolución del dinero como depósito. Aproveché uno de esos días para escuchar, de labios de una anciana, vecina del piso continuo, que allí en 1956, se suicidó un botón de flor, que no dió su aroma a los vientos, una joven que padecía de problemas, aparentemente, mentales.Toda la familia había sufrido una serie de desgracias. El padre de esta chica había muerto en la guerra, dejando la familia en un naufragio afectivo; el único hijo varón murió de una leucemia fulminante a los veintisiete años, dejándo una viuda joven y dos hijos, los que entregó a manos de la cuñada Anna, para destinar su vida con otro hombre, quizá, o libererse de la obligación.

La señora Anna, se hizo cargo de sus sobrinos y como un pulpo abrió sus tentáculos de amor para acobijar sus dos críos y otros dos: los sobrinos. Por corto tiempo, ya que se fue en un suspiro, trayendo al mundo otros dos hijos más, unos gemelos. El sufrimiento se anidaba en ella, hacía poco que su única hermana se había quitado la vida y ella no soportó el trabajo del parto. “Eran otros tiempos” ...decía la viejicilla. “Ahora hasta para parir una lombríz, te abren la barriga”...

—¿ Y el marido de ésta, Anna, y todos los pequeños? ¿Y la madre de ella?
Pregunté para completar el puzzle de la historia.

Del marido no se supo nada, desapareció como una gota de agua en medio del mar del estrecho a la península italica, un par de meses antes de que nacieran los mellizos. Se fue con los vientos del sur, para acariciar los sentimientos de las rocas. Según otras lenguas, parecía que tenía una amante, que alguien los había visto en alguna parte, acompañado de una joven. Sin motivos obvios, porque su mujer era un destello de amor, y de generosidad, además con dos hijos, y luego, los mellizos.
Todo fue como una avalancha fría e inesperada, suspendida entre el cielo azul y la tierra cálida, negra de lava, dura y petrificada, de muertes, de secretos, con el sol del 1956.

La vieja matrona, escondió su dolor detrás de sus ojos canos, después, cogió a las seis palomitas en la mano, sus seis nietecitos y los dejó en un nuevo palomar: un orfelinato. Ella no se sentía fuerte, ni con buena salud ni con paciencia suficiente para cuidarlos. Económicamente declaró que no disponía de muchos recursos, y que para sobrevivir, vendió parte del anticuario, con esto, dividió la casa en dos, una parte la alquiló y en la otra, la habitaba. En tiempos de la posguerra, Catania estaba en crisis, la gente sin recursos, sin trabajo estable, no tenían viviendas aptas para vivir, los bombardeos destruyeron todo, lo poco que poseían; y quienes tenían la posibilidad, lo dividían. Así se garantizaban una entrada económica. Gracias a la necesidad de los que sufren.

La madre de Anna y Mara, después se fue a vivir en una casa de reposo para ancianos, con la jubilación del marido caído en guerra. Más tarde, vendió la propiedad.
—¿Y quién se benefició con la venta?
No se supo. La vecina narradora me juraba, que toda esa desgracia fue una maldición en hombros de la vieja y de sus ancestros. Había sido una mujer muy dura de carácter, fascista, que supo manipular a muchos, hasta “la buena alma de su marido”.Y así quedó esculpido el dolor y los sufrimientos en los muros de esa casa y nadie que entrase allí para vivir, podría hacerlo en paz.
Tenía razón mi intuición: aquella casa de lava y mármol barroco, era la casa del sufrimiento.


*battipanni: Instrumento en forma de una raqueta que sirve para golpear y sacar el polvo de las alfombras, colchones, etc.
***



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viernes, 27 de marzo de 2009

CARTA A MIS CATICRÓNICAS por Cati Cobas

Queridas Caticrónicas.

Hasta hoy nunca pensé que sería necesaria una epístola entre nosotras, pero en el Foro Iceberg Nocturno el tema del mes son las epístolas y quién mejor que ustedes para recibir una de mi parte.

Quiero comenzar ésta diciéndoles gracias. Muchas gracias porque han sido desde que fueron creadas una razón para seguir viviendo, ¿saben?

Cuando la crisis argentina estaba en su apogeo y no sabíamos qué pasaría al día siguiente (en el mundo hablan de crisis actualmente, pero si quieren expertos en el tema, pueden convocar a cualquier compatriota mío que es experto en ello), ustedes me mantuvieron con la moral en alto, procurando encontrar humor en la miseria material y humana que me rodeaba. Gracias a ustedes pude cambiar el cristal y contemplar mi entorno con la cuota de optimismo necesaria hasta que pasó la tormenta y pude comenzar a hablar de otras cosas, por ejemplo, de mi ciudad, de mi gente o de la historia de esta Argentina a la que tanto quiero.

Después, ustedes comenzaron solitas a teñirse de añoranzas baleares, fueron tocadas por la varita mágica de mi abuela Isabel, la mallorquina que viniera a esta orilla del Plata con su atado de ropa blanca y su pañuelo de claveles y comenzaron a desgranarse en copeos y boleros hasta que solitas tendieron el puente y me permitieron reconstruir a mi familia perdida allende el Atlántico. ¿Qué más puedo pedirles, queridas amigas? Ya son tan numerosas…Si están por contarse doscientas cincuenta de ustedes…y muchas han pasado al papel y a la radio a ambos lados del océano. ¡Cuántas cosas lindas a partir de un blog virtual! ¿No les parece?

Sin embargo, debo confesarles una cosa. Este último tiempo las noto un poco desganadas, como si les costara nacer un poquito más que antes. Creo saber a qué se debe. La lente de mi vida se ha empañado. Demasiada lucha. Demasiado ocuparme de los demás y sentir que trabajo para la muerte o, por lo menos, que todo mi esfuerzo no logra resultados.

Cati: estás volviéndote impaciente, me dirán. Tal vez sea hora de tomar decisiones con respecto a tu madre que te permitan vivir un poco más libre en estos años de madurez que estás comenzando. Y en cuanto a los hijos, todos deben crecer a su tiempo y es imposible que lo hagan a partir de nuestro deseo, deberías saberlo, Catalina…Puede ser. Prometo pensarlo, mis queridas Caticrónicas. Aunque duela, a veces hay que elegirse para que todo siga su camino.

Antes de terminar, prometiéndoles que continuaré exprimiendo mi meollo para que vuelva a encenderse la magia de la palabra en cada una de ustedes, quiero decirles para que se sientan orgullosas, que, además de todo lo que ya les he dicho, les debo algo infinitamente superior: les debo amigos entrañables, como Miriam, su madrina, como Ángeles y su chispa, Socorro y su misterioso señorío o Rosa y su ternura, como Carmen, Manolo, Luis Alfredo o como aquella Lola, la asturiana que me manda cada tanto un abrazo de mar inolvidable. O Pilar, caminando a Santiago, o Álix o Claudio y la misma Marila que en Sevilla, calladita, me manda de vez en vez alguna foto de su Feria. Y tantos más que conforman una lista de cariño y de respeto más allá del vidrio y del ratón con el que nos comunicamos.

Eso es todo, Caticrónicas. Disculpen si a esta carta le falta coherencia, pero sepan que dice todo lo que por ustedes siento.

Quiera Dios devolverme, en ustedes, la serenidad que por momentos se me espanta y la dicha de seguir creándolas con la misma ilusión con que lo hiciera siempre.

Las quiere

Cati Cobas, su autora
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miércoles, 25 de marzo de 2009

CARTA A MI MADRE por Pilar Moreno Wallace

Mamá, todos dicen que me parezco a tí, que las dos tenemos un azul callado en nuestros ojos, pero no saben que en los tuyos ese silencio es un reclamo de tempestad que doblegas en el mar inmenso que fueron tus sueños. Ráfagas innatas alternan nobleza en tu indómita ternura, en una alianza que une nuestras facciones en sus raíces. En ellas se reclina la sombra de los que nos preceden, y crece el nombre de las cosas. Nos parecemos. Yo modelo el perfil de tu espacio, tú tienes ya líneas trazadas por el tiempo. Eres Libra y Tierra; es palpable tu amistad con la vida. Yo busco la poesía en nuestros pasos aún lejos, y Tauro me acerca los años. Para las dos el mismo camino, la misma sinceridad en nuestro empeño.

Sí, mamá, tienen razón los que dicen que nos parecemos, para las dos gira el reloj en el mísmo sentido al igual que nuestros silencios.


16 septiembre 2005
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CARTA CASI SIN VOZ por Rosa M. Arroyo


No existo, para ti no existo hasta que tu presencia me devuelve a la vida... Mientras, navego por el purgatorio del olvido al que me condenas, a la vez que mi mente se aferra a tu sombra para no perderse en el camino de regreso... por si tardas en existirme.

Y lucho, día a día, por no ser transparencia y sí esas mínimas volutas de polvo que el brillo del sol hace visibles, danzando al son que tú has dejado marcado en la despedida... sin ser nada más hasta la próxima vez.

El recuerdo es sólo mío, constante, amado; protegido en el rincón de mi propia memoria cuando soy nada para ti, y con él alimento el tiempo que va de existencia a existencia, de presente a presente, porque en esos instantes desaparece el pasado y el futuro; rompiéndome los esquemas si alguna vez, con despiste, me roza de refilón un minuto tuyo.

No, no existo en ese intervalo de silencio que tú impones, y me obligas a la esclavitud de mantener el rescoldo vivo, regalándome las cenizas que quedan del tiempo en el que me haces existir, en las que sólo encuentro la esencia de lo general y no de lo particular, pues en ella quedan los detalles y el tacto, y... créeme... es difícil distinguirlos entre el gris de sus partículas..., por eso protejo el recuerdo..., porque no me queda nada más que él cuando dejo de ser para ti.

Pero hoy escribo esta carta, casi sin voz, en el limbo de la espera,... por si estuvieras por ahí... Necesito abandonar esta inexistencia que me hiere... y ser yo de nuevo.
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