jueves, 16 de abril de 2009

CARTA ABIERTA A SUSANA TAMARO por Manuel Cubero

Susanita, hija:

Tú te habrás quedado tan a gusto cuando terminaste el dichoso librito ese de "Escucha mi voz". Te comprendo y te escucho, que por cuestiones profesionales uno ha hecho de confesor tropecientas veces y no te va a dejar a ti en la estacada encima de que me lo pides por escrito. Pero venir a estas alturas a contarnos tus problemitas con la que está cayendo, es para darte un par de azotes y dejarte sin merienda una semana.

Toda una vida a base de un sueldo que daba para pagar la hipoteca, llevar a la familia de camping, y pare usted de contar, y ahora, que estamos casi libres de obligaciones, salvo que la crisis ésta deje en la puñetera calle a nuestros hijos y tengamos que abrirles casa y cartera, vienes tú a soltarnos que si tu madre murió cuando apenas eras una niña, que si tu padre tenía más cara que un saco de perras, que si tu abuela se volvió tarumba poco antes de morir… Mira niña, cado uno en su casa y Dios en la de todos, que bastantes problemas tenemos nosotros como para tener que aguantar tus neuras.

Lo de tu madre, lo comprendemos, hija, que es muy duro eso de quedarse huérfana con cuatro años. Lo de tu abuela, qué quieres que te diga, una pena. ¿Me lo vas a contar a mí que estoy más para allá que para acá? Y lo de tu padre… Eso te lo buscaste tú solita por tu mala cabeza. ¿Qué se te había perdido en casa de este tipo? Mucha progresía intelectualoide, mucho talante de filósofo barato, pero a la hora de echar una mano… Al cuello tenías que habérsela echado, hija, que te lo digo yo.

Nada más, muchacha, y para el próximo libro alegra esa cara, que eres muy jovencita para quejarte tanto.
Manolo
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